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Mesa Sensorial. El juego como clave para el desarrollo y el nacimiento de la marca.

  • Foto del escritor: Alejandra Rojo
    Alejandra Rojo
  • 8 oct 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 18 mar

Para poder explicar la razón del nacimiento de esta marca, primero debo contar la historia de Matías, mi hijo, y el papel del juego como clave en su desarrollo.




 

Puedo decir que mi embarazo había transcurrido de forma tranquila, aunque sufrí de nauseas y acidez, todos me decían que eran síntomas que desaparecen o disminuyen pasando el primer trimestre. En mi caso desaparecieron el día en que Mati decidió nacer. Fue justamente ese día el que cambio mi vida para siempre.


Mi fecha probable de parto era el 21 de enero del 2018, yo era una mujer de 26 años que trabajaba todos los días, era muy activa y me definía como una persona bastante sana.


Un día, tres meses antes de la fecha probable de parto, comencé con algo parecido a una alergia, tenía mucha comezón en un dedo que pronto se extendió a todas las puntas de los dedos y a los talones. Era realmente desesperante, no existía crema humectante o lavado que me ayudara, llame a mi ginecóloga y acordamos que iría la mañana del día siguiente a revisión, no dormí.


Esa mañana me revisaron y me dijo que mi embarazo iba bien, que parecía algo superficial y que lo más conveniente era una consulta dermatológica. La verdad es que el picor no me dejaba hacer nada, así que conseguí que mi dermatóloga de confianza me recibiera ese mismo día. La dermatóloga me explico que era algo sencillo de tratar, pero le preocupaba la causa, me pidió hacer estudios de laboratorio para descartar algunas cosas y me recomendó conseguir una consulta reumatológica.


El tratamiento dermatológico surtió efecto y el picor desapareció. Los resultados de los estudios de laboratorio llegaron unos días después y los llevé a consulta con una reumatóloga que convenientemente estaba un piso abajo del consultorio de mi ginecóloga, empate consultas y asistí a mi seguimiento prenatal y a la consulta con la reumatóloga el mismo día. Después de un interrogatorio minucioso, la reumatóloga no pudo darme un diagnostico preciso, menciono Lupus y Sjögren como una posibilidad, pero sin otro síntoma además de mí, mal denominada, alergia, que vulgarmente se llama sabañón, no había forma de determinar si estaba enferma o no. Debido a mi embarazo no se podía comenzar un tratamiento. El siguiente paso era que tanto la reumatóloga y la ginecóloga elaboraran un protocolo, así que me fui a casa esperando que ellas se coordinaran.


Esa noche mientras dormía sentí que salía liquido entre mis piernas, me desperté pensando en que podría ser sangre y que había perdido a mi bebé, cuando encendimos las luces noté que no había sangre, era liquido transparente, llame a la ginecóloga, que, por obra de Dios, atendió el teléfono a esa hora. Me preguntó por la cantidad de liquido, yo le asegure que era mucho así que me pidió que fuera a la sala de urgencias y que ella me alcanzaría en caso de ser necesario, había que ver si realmente había roto membranas o si solo era una perdida de líquido amniótico. Yo era mamá primeriza y no sabía distinguir, pero al necesitar toallas y prácticamente un panal para no llenar de agua el auto estaba segura que eso no era solo una perdida de liquido amniótico.


Entrando al hospital me colocaron el cinturón para monitorear a Matías… y el mundo se detuvo. No encontraban su pulso. La enfermera, ajustaban los sensores y miraba atenta y ansiosa el monitor. En mi mente solo había una idea: mi bebé ya no tiene pulso, yo no podía respirar y sentí que me ahogaba en mi propio miedo. Después de unos minutos, que parecieron eternos, entró otra enfermera que encontró el latido. El alma me volvió al cuerpo. Realmente no alcanzaba a comprender como es que el mismo día había recibido noticias de una posible enfermedad autoinmune, y mientras esperaba la creación de un protocolo, ya estaba en el hospital temblando de miedo porque podía perder a mi bebé.


Poco después del susto de no encontrar el pulso de mi bebé, entró la médico de guardia y me explicó que el sistema respiratorio de Mati no estaba listo para el mundo exterior, así que me detuvieron las contracciones y me dejaron internada en reposo absoluto, durante tres días, para recibir medicamento que fortalecería sus pulmones. Fueron tres noches de incertidumbre total sobre si el medicamento surtiría efecto, las probabilidades sobre la eficacia de los surfactantes eran altas sin embargo no se sabría si el efecto duraría o sería pasajero, había que prepararse para recibir a un bebé de 27 semanas de gestación que podría nacer y no llorar, no respirar y tener que ser  trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN).


Llegó la mañana del sábado 11 de noviembre y a las 6:42 a.m, Matías nació y lloró, le dieron calificación de 8.9 y las esperanzas de un bebé sano se fortalecieron.

Ese llanto fue una pequeña victoria. Me dieron un instante para besarlo antes de llevárselo a la UCIN, pues había que estar preparados en caso de que necesitara oxigeno o ser intubado. Ese día no lo pude ver más, tuve que esperar al día siguiente para el horario de visita autorizado. Cuando por fin pude verlo, me encontré con un protocolo estricto de higiene: lavado de manos, cubrebocas, horarios reducidos.


Entré a verlo y fue impactante.


Mi bebé estaba en una incubadora, conectado a tubos y monitores, con un respirador llamado CPAP. No podía tocarlo ni cargarlo. Solo podía mirarlo y agradecer que no estaba intubado. Una enfermera se acerco y me explico que era el CPAP que llevaba como una mascarilla y que le ayudaba a que sus vías aéreas no colapsaran, me dijo también que la sonda que llevaba en su ombligo lo alimentaba y que tendríamos que esperar para que su sistema respiratorio madurara y su sistema digestivo tolerara leche materna, las complicaciones se podían presentar y no había una fecha probable para su alta. La ginecóloga pidió que me quedara internada unos días más para poder estar cerca de mi bebé.


El segunda día, después del nacimiento, me pidieron que extrajera leche. No había comprado un extractor porque este figuraba en mi lista de deseos de regalos para mi baby shower, el cuál estaba planeado para el día en que nació, fue un poco extraño tener que pedir que cancelaran y llamaran a todas las invitadas para decirles que la fiesta se suspendida pues el bebé nacería de emergencia ese día.


Cuando logré extraer leche, con un extractor que mis padres compraron en calidad de urgente, me sentí feliz. Se la llevé a las enfermeras con su nombre.

Le darían apenas 2ml al día siguiente, pensé que era muy poco, pero no sabía que ese mínimo alimento pondría su vida en peligro.


La cirugía que lo cambió todo


El día que me dieron de alta, tuve que dejar el hospital sin mi bebé. Fue triste y decepcionante llegar a casa y no poder llenar la cuna que ya estaba armada a un lado de mi cama.


Pasé la noche en casa adolorida, pero por primera vez dormí mejor. La mañana siguiente sonó el teléfono y atendí una llamada urgente del hospital: Matías estaba grave.


Llegamos al hospital y cuando entré a UCIN, su piel estaba grisácea, su abdomen inflamado. Los médicos nos explicaron que los 2 ml de leche materna habían provocado una reacción intestinal severa y que su intestino se había perforado. Tenían que hacerle una cirugía de emergencia y no sabían lo que encontrarían pues la inflamación podría haber provocado varias perforaciones en su intestino y liberado gas en todo su cuerpo. La probabilidad de éxito era de tan solo el 70%, pero era lo único que teníamos para aferrarnos a su vida, me despedí de él viéndolo a través del cristal de su incubadora.


La cirugía duró cinco horas. Cinco horas en las que me refugié en la capilla, esperando el sonido de mi teléfono. Ese día conecte con mi fé, oré como nunca antes y deje todo en manos de Dios, le pedí que si era su voluntad se llevará a mi bebé a un lugar sin sufrimiento pero que, si su voluntad era dejarlo conmigo, sería una gran madre para él. Cuando por fin sonó la llamada esperada corrí a UCIN, el cirujano nos miró y dijo:


La cirugía fue un éxito.


Solo retiraron 3 cm de intestino y lograron reconectar. Ahora dependía de la fuerza de Matías.




La recuperación


Las siguientes semanas en UCIN fueron una montaña rusa: transfusiones de sangre, neumonía, sepsis, una quemadura en el talón y seguir esperando a que sus pulmones se fortalecieran. Pasé noches enteras rezando, asistía a todos los horarios de visita para cantarle, hablarle y quedarme ahí soñando con un bebé fuera del hospital. Mi único contacto con él seguía siendo ese primer beso en el quirófano.


Poco a poco llegaron las buenas noticias: le extubaron y pusieron puntas de alto flujo. Matías tolero la leche materna, estaba creciendo y cada día estaba más activo, un día moviéndo sus manitas se quitó las puntas de alto flujo y su oxigenación se mantuvo en 90%… respiró con la poca ayuda que le daban las puntas lejos de su nariz. Ese día nos dijeron que era muy probable que lo darían de alta para antes de Navidad.


El 23 de diciembre, fue dado de alta y mi felicidad era enorme, ni el miedo que sentía de tener a un recién nacido que aún iba a depender del oxigeno la opacaba.


Yo estaba agradecida con las enfermeras que cuidaron a mi bebé, el día de su alta me pidieron llegar temprano y me enseñaron a bañarlo, cambiarle el pañal, limpiar su obligo, limpiar su boca y a amamantarlo, creo que fue su regalo de Navidad anticipado, también recibí un curso intensivo de reanimación por si dejaba de respirar, todo era agridulce, pero decidí enfocarme en las cosas buenas.


Había dos condiciones para que Matias no regresará al hospital, la primera era que ganará peso y la segunda que no bajara su nivel de oxigenación de 90%. Por eso, busqué a una gastroenteróloga pediatra que me ayudará con la condición de Mati y generará un plan para subirle de peso cuidando su cirugía. En nuestra primera consulta, me habló sobre la importancia de no saturar el sistema digestivo de Mati, calculó la dosis diaria que requería de acuerdo a su talla para aumentar de peso y así comzamos con fórmula programada y lactancia materna a libre demanda.


Para mi la lactancia materna no fue un camino fácil, el estrés acumulado y la angustia de saber que Matias ya estaba fuera del hospital, pero no del todo sano, era un obstáculo para relajarme y enfocarme en establecer la lactancia, así que decidí priorizar mi paz y darle más peso a la formula. En este camino aprendí a soltar, a hacer lo que me hiciera sentir mejor sin importar la opinión de otros, desde un inicio solté mi trabajo, solté la idea de mi baby shower, solté la idea de preparar la maleta del hospital, solté la idea de organizar su llegada, solté la idea de un parto natural y solté la idea de la lactancia materna exclusiva. Hoy en día cuando veo a una mujer embarazada lo primero que le digo es que priorice su paz, si sus altas expectativas le restan paz, es solo por cumplir con algo que no va con ella misma y nuestros bebés necesitan madres felices, no madres perfectas.


La mesa sensorial y la estimulación temprana


Tanto el Neonatólogo como la Gastroenteróloga me recomendaron iniciar con ejercicios de estimulación temprana, los bebés prematuros necesitan mayor estimulo que un bebé de termino, requieren ayuda para crear fuertes conexiones neuronales y sanar el trauma de permanecer aislados del contacto físico, sanar el dolor y crear una asociación positiva con los medios externos que hasta su alta solo fueron para tomar muestras de sangre, hacer RX o cambiar sondas y pañales.


Sin embargo, Mati no contaba con ninguna vacuna, aún estaba propenso a infecciones que podrían complicarse y debíamos restringir el número de personas que tenían contacto con él. Tuve que hacer todo desde casa por un tiempo, me dediqué a investigar y a estudiar sobre este tema.


Fue ahí cuando buscando ideas encontré las cajas sensoriales, las cuales consistían en crear un ambiente parecido al exterior, pero controlado, si yo no podía llevar a mi bebé a un arenero o a sentir el pasto, tendría que generar ese tipo de estímulos dentro de casa. Así que tomaba una caja de plástico y la llenaba con semillas, pasta cocida, espuma, arena, telas, pelotas… recostaba a mi bebé ahí un rato mientras le cantaba, jugaba con él o le daba masajes. Matías fue creciendo y su curiosidad con él. Comenzaba a sentarse y llevarse las manos a la boca, así que tuve que buscar estímulos que si llevaba a tener en la boca no le hicieran daño. Comenzó a pararse y sostenerse de las cosas, así que las cajas ya no eran muy seguras, recordé que en Pinterest ví algo parecido a una mesa con cajas sensoriales, quise conseguir esa mesa, pero era algo que no vendían en México y además no se adaptaba a la altura de mi bebé. Decidí mandar a hacer una y trate de cuidar mucho que fuera segura para mi bebé.


Con el tiempo comencé a compartir su historia con la comunidad de mamás de la cual formaba parte, además de subir algunas historias a Instagram, muchas familias me preguntaban por la mesa y la terapia de Mati, así que les ayude a conectar con el carpintero que me hizo la mesa. Con el tiempo me sentí la responsabilidad de mejorar el diseño.


Después de buscar varios carpinteros, vi una cortadora CNC y decidí comprarla. Mi hermano, que es ingeniero, me ayudó a diseñar una nueva versión. Probamos, ajustamos y finalmente creamos lo que considero la mejor mesa sensorial del mercado, incluso ahora con mi socio tenemos una versión mejorada que creo es muy linda y, sobre todo, segura.


La mesa se convirtió en el espacio seguro de Matías para jugar, experimentar y aprender. Hoy, mirando atrás, veo cómo todo comenzó con la necesidad de ayudar a mi hijo a desarrollarse. Lo que no imaginé es que ese mismo proceso ayudaría a tantas otras familias.


Si tuviera que decirle algo a cualquier mamá que busca estimular a su bebé, sería esto: haz del juego una herramienta. A los niños les encanta aprender, pero lo harán más rápido si se divierten en el proceso.


Lo que empezó como una necesidad para mi hijo, se convirtió en mi pasión y en la misión de MAT & PAD: crear espacios y herramientas para que todos los niños, sin importar sus circunstancias para que puedan aprender a través del juego.

El juego no es solo entretenimiento. Es la clave para aprender, crecer y conectar con el mundo.




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